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Basta leer a Byung Chul Han (coreano), Slavoj Zizek (esloveno) o a Hartmut Rosa (alemán), para entender que la filosofía ya no se hace desde la academia.

Diego Mario Zuluaga Osorio
Las 2 Orillas - 16 de noviembre de 2023

Es cierto, la filosofía no recobra la salud, pero sí el sentido de la cortesía y la cultura, ya que no es posible vivir sin certeza, sin eso que signifique goce a lo hedonista, igualmente es verdad que la filosofía se está poniendo de moda y por ello la edición de obras que dirigen hacia la superación, al valor de la autoestima y otros.

La postmodernidad ha demostrado  un cambio en la historia de la filosofía, seguimos con los referentes clásicos, pero se han superado a pensadores de la talla de Heidegger, Sartre, Gadamer por aquello de elaborar teorías ambiciosas como consecuencia de la década de los ochenta y novena, también por la caída del muro de Berlín, e igualmente por la ambición de las superpotencias de apoderarse de los mercados, del petróleo, de las piedras preciosas, basta mirar Irak y muchos países árabes para darnos cuenta que se ha permeado el pensamiento, la ideología, la economía y arraigado los problemas sociales, entre estos, las desigualdades en todo sentido.

Basta leer a Byung Chul Han (coreano), Slavoj Zizek (esloveno) o a Hartmut Rosa (alemán), para entender que la filosofía ya no se hace desde la academia, de la escuela, desde el escritorio, el primero refiere a una sociedad del cansancio, el segundo a que vivimos una confusión total, este es el momento de la filosofía, mientras que el tercero aduce que la dialéctica de la aceleración hace que el mundo sea enteramente disponible para su posesión y explotación (Gómez, 2023), significando que hay que hacer reingeniería de la filosofía pues hay que entenderla a partir de los relatos culturales de la sociedad, del avance del universo y lo más importante la interpretación historiológica del hombre; no basta comprender al hombre, basta comprender su relación con la sociedad y la dinámica mundial.

 

Ya no se teje un mundo de respuestas a las grandes preguntas de la epistemología, la ética o la antropología, y el mundo de los grandes relatos se ha acabado; albergamos dudas pues la certeza es provisional y relativa y ello como consecuencia de la postmodernidad que no ha avanzado; el dilema social nos mantiene en la ataraxia a la que se refería Epicuro, es decir, en la imperturbabilidad y ausencia de dolor físico, alma y cuerpo, pues ya no nos duele nada, no nos sorprende nada, nos acostumbramos a ser personas indolentes, no hay participación democrática a pesar de sufragar a veces no por el más digno, sino por el que nos de más.

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