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El filósofo de Éfeso defendió que nada permanece y que todo cambia constantemente, al contrario que su contemporáneo Parménides, por lo que no puede existir ningún principio

Mario de las Heras
El Debate - 24 de julio de 2023

La vida actual no conoce la pausa. Todo está en permanente movimiento como pensaba Heráclito, uno de los primeros filósofos de la historia, pero no precisamente en ese movimiento al que se refería el de Éfeso, enemigo de todos, además de su antagonista Parménides, que creía en la estabilidad. Filósofo primero en el tiempo, trajo el esfuerzo intelectual como motor del pensamiento y de la lógica, una suerte de carburador del mecanismo teórico que en la actualidad funciona a pesar de parecer atascado.

A Heráclito le llamaban «el oscuro» por la dificultad de sus aforismos, sentencias en las que se basa su obra, de carácter metafórico y metafísico. La literalidad de sus frases es un imposible y al mismo tiempo una definición: nada permanece y todo cambia constantemente, como el presente, como en la actualidad, pero no, ni mucho menos, del mismo modo. Para Heráclito en la profundidad de los cambios constantes de la naturaleza flota la razón o el logos. La variedad de lo que acontece es un espejismo que no importa sino solo la forma por la que cambia.

Lo sabio es conocer, por medio de la razón, de qué manera las cosas cambian. «Todo fluye», dice Heráclito, pero con orden. Por eso si el filósofo griego apareciera un lunes tras otro a las 8 de la mañana en, pongamos una carretera de circunvalación de Madrid, quizá estaría más cerca del mundo estático de su enemigo Parménides de lo que hubiera podido imaginar. La dialéctica de Heráclito, el «filósofo del movimiento», detenida en la «época del movimiento» donde es más necesario que nunca (y quizá tristemente inane) la regla del orden que busca nuestro filósofo: «el fuego eternamente vivo que se enciende y se apaga con regularidad».

La realidad que para Heráclito es un río como las luces de una ciudad, apagándose y encendiéndose, vista a cámara rápida, con la gente moviéndose y desapareciendo bajo ellas en la noche para volver con el día. El movimiento ilimitado, el dinamismo continuo de las cosas por el que no existe ningún principio.

La duda del pensamiento de Heráclito que solo ocuparía un instante después de comprobar que, a pesar de que el movimiento actual parece mecánico, todo se debe a razones como la de, por ejemplo, quedar atascado por el tráfico por la mañana para ir a trabajar, sin duda una de las razones, el logos (aunque no pudiera verla), de que el sabio se fuera a vivir como un ermitaño a las montañas, harto de la estupidez humana.

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