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Walter Beller Taboada
Etcétera - 26 de noviembre de 2024

Se puede decir que la inteligencia artificial se ha metido ya hasta la cocina de nuestros hogares, pero aún representa un desafío en muchos sentidos para las humanidades y las ciencias sociales. Cuando tuvimos a nuestro alcance los primeros teléfonos celulares nadie imaginó –ni siquiera sus creadores– la exorbitante evolución que han tenido.   Cuando surgió la Internet, nadie podría soñar hasta dónde llegaría su penetración en nuestras vidas y cómo ha modificado nuestros hábitos de trabajo e incluso de pensamiento.

Mientras vivimos el confinamiento de la Covid-19, en laboratorios de investigación tecnológica se desplegaba la tecnología indispensable para que tuviéramos a nuestro alcance la inteligencia artificial que hoy está por doquier. Aunque hay varios contextos y diversas acepciones de la palabra, con el término ‘inteligencia artificial’ uno se suele referir a la capacidad de una computadora para “imitar” o “representar” procesos cognitivos humanos, como el aprendizaje y el razonamiento. Esto se logra mediante algoritmos que hacen posible que una computadora aprenda, ensaye, discierna y tome decisiones sin la necesidad de ser programada particularmente para ello por un ser humano.

¿Hasta dónde llegará? Imposible hacer un pronóstico, como no se podía conjeturar realmente nada con relación a los objetos tecnológicos que actualmente pueblan nuestras vidas.

El presente es un ensayo filosófico que pretende examinar el lado no siempre visible de la generación de esa tecnología, pero que ha apasionado a investigadores de diversas áreas. Esto es así porque todo el mundo parece estar de acuerdo en que la inteligencia artificial es en realidad un compendio de dominios científicos convergentes.

En el texto hemos tratado de mostrar cómo la información es un elemento clave en la compleja relación entre diferentes niveles de análisis en el conocimiento y el saber. Por un lado, hacemos una caracterización de la información que recibimos en dos grandes dinámicas: como la información que recibimos en tanto que especie y la información que procesamos como individuos, a través de nuestra cultura y creencias. Ambas nos definen y nos permiten comprender el mundo que nos rodea.
Por otro lado, exploramos los marcos epistémicos en los que se determina lo que se puede conocer y lo que no. Se trata de sistemas de creencias que cambian a lo largo de la historia y siempre tienen un impacto en la sociedad. La cuestión es examinar cómo las comunidades sociales se han llegado a relacionar con la tecnología digital.

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