Cómo la veracidad de la historia radica en quien la escribe, plantea el autor, que ilustra, a través del filósofo y eventos como la Guerra de Vietnam y la invasión de Irak, la distorsión de la realidad por medio de narrativas
Hugo Alfredo Hinojosa
El Universal - 2 de junio de 2024
Es muy difícil ir en contra del ideario histórico con el que fuimos educados. Siempre he pensado que vivimos en una fábula donde las historias, personajes y modos de vida son ficción. No existieron y otras personas las pensaron para nosotros. En gran medida, el conocimiento antiguo fue creado por toda la gente y puesto en orden por eruditos, en mayor o menor medida, a su antojo. Sócrates, por ejemplo, en verdad se conoce por los diálogos de Platón. Por supuesto, existen otras menciones al filósofo por personajes de su tiempo; como dramaturgo, me emociona pensar que el maestro de la mayéutica surgió de la imaginación de Platón. Así pues, la relación de la verdad con la historia general es muy frágil. “La historia la escriben los vencedores (y sumo, que el perdedor es también un vencedor)”, esta frase atribuida a George Orwell e incluso a Walter Benjamin, tiene todo de cierto, y es paradójico, nosotros somos la resulta de las verdades a medias heredadas de padres y gobiernos.
Regresaremos a Sócrates en un momento. Nadie duda de la victoria de las Fuerzas Aliadas (Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Soviética y Francia) y su colaboración para derrotar a las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia) durante la Segunda Guerra Mundial. Pero atendamos al mito: luego de la guerra, Estados Unidos se mantuvo como una nación que tenía en el conflicto armado un punto de partida para anunciarse como el gran protector del mundo. La entrada en guerra entre Estados Unidos y Vietnam, por lo menos para el pueblo estadounidense, puso en jaque el hecho de que su nación no debía entrometerse en conflictos ajenos, haciendo guerras donde morían sus jóvenes por nada específico, sino por caprichos políticos. La guerra de Vietnam fue perdida por Estados Unidos. Claro, el gobierno comenta que ganaron más batallas que los locales, pero al final el comunismo llegó al país asiático en julio de 1976. Sin embargo, el discurso de los héroes que lucharon por un mundo libre se exalta para contrarrestar el fracaso. Estados Unidos y Vietnam tiene sus propias versiones de la historia, ¿pero qué verdad necesitamos nosotros?
Cuando, décadas más tarde, Estados Unidos invade Irak bajo el pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva, lo importante fue la mentira creada para gestar una guerra. No existieron tales armas; no obstante, la verdad oficial que conocemos dicta que Estados Unidos libró a Irak de un dictador. No importa, para este análisis, si Sadam Husein era o no un dictador; lo importante fue la conquista del territorio, gracias a un discurso y a las imágenes del gobernante iraquí asesinado en la horca. Y una vez más, si Estados Unidos hubiera vencido tal cual, no sabríamos de la inexistencia de las armas masivas. ¿En estos dos ejemplos quién fue el verdadero vencedor?
¿Y esto cómo se relaciona con Sócrates? Cuando menciono que la relación de la verdad con la historia es muy frágil, parte desde la postura de Sócrates que lo confrontaba con los sofistas, personajes de la Grecia antigua que mercaban con el conocimiento vertical de la política, moralidad y matemáticas, además de otros tantos temas, ya que cobraban por sus enseñanzas. Los sofistas, a la mirada de Sócrates, eran demasiado estructurados, eliminando la capacidad de los alumnos de llegar al conocimiento gracias al ejercicio de su lógica intelectual. Para Sócrates, lo más importante era preguntar, cuestionarlo todo.
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