Manuel Llorente
Zenda Libros - 5 de mayo d 2024
A través de Carne gobernada: De política, amor y deseo (Ariel) el lector se adentra en las creencias, no demasiadas pero firmes, de Fernando Savater (76 años) —fichado por el PP para las elecciones europeas— que estuvo en el centro de una polémica tras su expulsión de El País, donde colaboraba desde su fundación. Está harto de ello, pero no esquiva el envite. Gruñón, amable, inquieto y curioso, nada rehúye. Como su último libro, ameno y diverso; una buena metáfora de su vida, tanto intelectual como vital.
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El encuentro con Fernando Savater, que ahora parece tan lejano, se produjo en su casa de Madrid en plena «crisis», el 30 de enero. La llamada de la directora de El País, Pepa Bueno, se produjo el 22 de enero, lunes. Los comentarios de “ya era hora” se cruzaron con los de “la situación era insostenible”, pero por una parte y otra se coincidía en que “se veía venir”. ¿Había dos bandos? Sí, y un tercero de indecisos, los que creen que «hunos» y «hotros» tienen y no tienen razón. Vamos, lo de siempre.
El adelanto editorial, y la razón por la que se había pedido esta entrevista antes del hecho, se refiere a Carne gobernada: De política, amor y deseo (Ariel), unas reflexiones del catedrático Fernando Savater (San Sebastián, 1947) donde comenta esto y aquello. Muy Savater es el hablar de todo, de meterse en muchos charcos. Desde joven, desde que empezó como divulgador de filósofos. Por terminar con la polémica, que cansa, aburre y no tiene remedio, aunque siempre estará ahí, como una mancha de tinta en un jersey, en Carne gobernada Savater recuerda cómo empezó 2022 con un artículo en el diario cuyo inicio es este: “Si ustedes sólo se informan por medio de este periódico, no sabrán que he publicado un libro…”. Se refería a Solo integral (2021, Ariel), donde se recogen algunas de las columnas sabatinas que el ensayista consideró las mejores en esa cabecera y a las que agregó una coda. Silencio administrativo. Para unos, luz de gas. Para otros, una provocación.
La filosofía es una tarea, y esto lo explicó muy bien José Gaos, un poco de soberbia. O sea, hay que ser soberbio para ser un buen filósofo, porque la pretensión del filósofo es desmesurada: un mamífero que pretende comprender el universo, imagínate. Por eso creo que es una cuestión de juventud más que otra cosa. Creo que los viejos somos ya demasiado escépticos y estamos ya demasiado zarandeados como para tener la soberbia suficiente para convertirnos en dueños del universo. Hace ya mucho que dejé la filosofía. La recuerdo con cariño y con entusiasmo, pero ya se lo dejo a los jóvenes.
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