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En La biblioteca infinita Ricardo Forster explora la obra de Borges de forma exhaustiva, íntima y crítica a la vez. Partiendo de la admiración y la empatía con la figura del gran escritor argentino, se propone un viaje literario y filosófico donde el fervor de Buenos Aires, Walter Benjamin y Leopoldo Marechal son hilos conductores de una trama casi tan vasta como el universo.

Carlos Aletto

Borges hace de su literatura un espacio lúdico de memoria e invención, un territorio donde el pasado y la cultura universal se entrelazan para dar forma a un mundo que desafía los límites de la identidad y el tiempo. Para él, lo fantástico no es simplemente una escapatoria; es una herramienta que multiplica el mundo real en infinidad de reflejos y posibilidades, una estrategia para mirar la realidad desde ángulos inéditos. Inspirado por las lecturas de su infancia y un cosmopolitismo crítico, perfecciona el arte de la apropiación, convirtiendo la vasta tradición literaria en materia prima que recrea desde su propio y único lenguaje. Así, construye un universo literario que dialoga no solo con la historia y la filosofía, sino también con la cultura popular y la identidad argentina, alcanzando con cada palabra el corazón de la literatura universal.

En su nuevo libro, La biblioteca infinita, Ricardo Forster define una mirada particular sobre esa obra tan fascinante como compleja, tan arraigada en los márgenes rioplatenses y en historias de arrabales como en el epicentro de la cultura global y en tramas universales.

La propuesta inusual que trae este nuevo libro, ya se anticipa en la dimensión estructural.

En el ensayo principal, “Borges o los esplendores de un amor (no) correspondido”, se realiza un extenso análisis, profundamente reflexivo, que alterna capítulos ensayísticos con fragmentos narrativos sobre un Borges en sus últimos días en Ginebra. Este montaje de materiales, en que las reflexiones sobre Borges se entreveran con escenas ficcionales, rinde homenaje al estilo laberíntico y paradójico del propio Borges, logrando que el lector experimente lo que Forster denomina una “empatía crítica”.

La historia narrada en los capítulos (en cursiva) que se intercalan, presenta una versión ficticia y especulativa sobre los últimos días de Borges en Ginebra, la ciudad que eligió como morada final. En este relato, Borges, ya anciano y aquejado por la ceguera y el deterioro físico, reflexiona sobre su vida, sus obsesiones literarias y sus exploraciones filosóficas. Se trata de una reconstrucción imaginaria, en la que Borges revive encuentros con autores, filósofos y personajes emblemáticos de su obra, como si estuviera en el umbral de ese “otro lado” del espejo, que aparece en sus textos. En estos pasajes, Forster retrata a un Borges en tránsito, entre lo real y lo onírico, entre la vida y la literatura, zonas que provocan un lazo entre recuerdo y la ensoñación y crean un universo en el que las palabras son último refugio ante la muerte segura.

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