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Las dudas del filósofo sobre la realidad no dejan de lado la posibilidad de que vivamos engañados y en un mundo que no existe

Pablo Casado Muriel
El Debate - 12 de agosto de 2024

En su incansable búsqueda de una verdad indubitable, René Descartes se encontró con un problema que, aunque puede sonar a ciencia ficción, ha resonado en la cabeza de multitud de hombres y mujeres a lo largo de los siglos. Para alcanzar su famoso «pienso, luego existo», el francés tuvo que atravesar el arduo camino de la duda y poner en entredicho hasta las apariencias más claras.

Empeñado en su tarea, Descartes expuso los motivos que tenía para ponerlo todo en duda. En primer lugar, reconocía que los sentidos nos pueden engañar. Por ejemplo, el efecto de la refracción en el agua nos hacen ver torcida la ramita que verdaderamente es recta. Después, el filósofo consideró que no siempre es fácil distinguir el sueño de la vigilia y, por lo tanto, no podemos descartar que sigamos soñando.

El último motivo para la duda es el más complejo y aterrador. El pensador, asombrado por los grandes avances científicos del siglo XVII, también destacó en el campo de las matemáticas. Sin embargo, hasta cuestiones consideradas tan evidentes como que los ángulos de un triángulo suman 180º no estaban garantizadas. El motivo, la posibilidad de que el hombre viva bajo el influjo de un genio maligno decidido a engañarlo a perpetuidad.

Esta terrorífica hipótesis apenas se esboza en las Meditaciones metafísicas de Descartes, pero ha hecho correr ríos de tinta. «Supondré que hay, no un verdadero Dios –que es fuente suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme», escribía el francés. En ese punto, el «pienso, luego existo» no será suficiente para superar el muro de la duda.

El filósofo se puso en lo peor y no solo señaló que ese genio maligno le engañase respecto a la realidad. Su perversión podría llevarnos a creer falsamente que tenemos «manos, ojos, carne, sangre y sentidos». Es decir, Descartes ha llegado a la conclusión de que pensamos y que, si lo hacemos, podemos concluir que existimos como algo que razona. Pero, ¿y si solo somos eso? ¿Es el resto de la aparente realidad fruto de nuestra mente?

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Imagen ilustrativa NO en el original - FEM/Playground AI

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