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Javier Ors
Zenda Libros - 4 de junio de 2023

Wolfram Eilenberger considera que el pensamiento «empieza cuando el hombre percibe que hay algo que no funciona, que existen aspectos a nuestro alrededor que no están bien respecto a mí, respecto a los demás y respecto al mundo». Es ahí cuando «nace la filosofía». Justo en el instante en el que «las dudas» se abren paso en el alma humana. Quizá por eso ha querido volver a las preguntas iniciales, que no son las que aparecen en los libros escolares, sino las que plantean los niños que tratan de comprender el entorno que les rodea. Después de Tiempo de magos (Taurus) —en el que abordaba las figuras de Heidegger, Walter Benjamin, Ernst Cassirer y Ludwig Wittgenstein— y El fuego de la libertad —donde repasaba las ideas de Simone de Beauvoir, Hannah Arent, Simone Weil y Ayn Rand—, el filósofo alemán cambia de registro, abandona por un segundo esos listones eminentes del pensamiento y publica ¿Sufren las piedras? (Taurus), una reflexión alentada por sus propios hijos. Una obra que no es un índice de lecciones filosóficas para explicar a los más menudos de la casa, sino una manera «de educar a los padres».

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—Y el diálogo es una fuente de aprendizaje.

—Eso lo podemos ver en los orígenes de la filosofía, donde lo que había eran tratados políticos. Estos eran diálogos con preguntas. Existía una teoría política, que era una tradición en términos filosóficos que llega hasta Hannah Arendt, donde se dice que la primacía de la pregunta nos lleva hacia una mentalidad más abierta, a no encerrarnos y a ser más permeables al conocimiento. Esto es todo un movimiento político en sí mismo si uno se detiene a reflexionar sobre ello, porque si alguien tuviera respuestas para todo, la propia idea de democracia dejaría de ser necesaria. En este sentido, la democracia, como concepto, es la mejor forma que tenemos para convivir de una manera avanzada, porque está basada en las preguntas no en las respuestas, o sea, en el diálogo. Es cierto que es una forma más compleja y más frágil que otros sistemas políticos, pero también se ha probado que es más exitosa. En algunos aspectos, nos encontramos ahora mismo en un umbral bastante interesante, porque vivimos, paradójicamente, en una era en que nos hemos dado cuenta de que no tenemos respuestas a muchos de los asuntos que nos planteamos.

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—¿Cuál es el desafío de la Inteligencia artificial para la filosofía?

—Esa carta de Elon Musk y otros para tomarse seis meses y reflexionar respecto a la inteligencia artificial es para reírse. Es el mensaje de un verdadero relaciones públicas, algo de lo más triste que he oído. Es un grupo de sinvergüenzas que de repente juegan a ser responsables. Eso no es más que una estrategia propia de alguien dedicado a la mercadotecnia, a las relaciones públicas. Pero la realidad es que ni son responsables ni tampoco quieren serlo. «Vamos a darnos seis meses para reflexionar» … ¿quién, de manera seria, de verdad, es capaz de creerse que se puede pensar en un problema de esta envergadura durante seis meses y encontrar una respuesta? La gente con la que trabajo tarda veinticinco años en reflexionar sobre ciertos asuntos. ¿Seis meses? ¿En serio? Es una cantidad absurda de tiempo que no pone freno a nada… esto lo primero. Respecto a lo que me preguntaba, la inteligencia artificial va a afectar a la filosofía. Tendrá una repercusión enorme para el pensamiento, pero no porque estas inteligencias sean capaces de pensar, sino porque el concepto de pensamiento va a cambiar, me refiero a lo que entendemos por pensamiento. Va a ser el final de la Filosofía analítica. La filosofía analítica escribe en una lengua, una estructura y con un trasfondo de conocimientos que las maquinas van a emular con facilidad. La filosofía analítica morirá porque las maquinas serán mejores, pero me encanta, porque así tenemos la posibilidad de entregarnos a una filosofía más verdadera.

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