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El «seréis como dioses» propulsor del desarrollo europeo ha conducido al sacrificio de la divinidad y tal sacrificio provoca el verdadero nihilismo de la cultura occidental, explica la autora del prólogo al libro de Zambrano que aquí se reproduce extractado

Mercedes Gomez Blesa
Nueva Revista - 14 de noviembre de 2023

María Zambrano escribió La agonía de Europa (Alianza Editorial, 2023) en el verano de 1940, pero no la publicó hasta 1945. La escritora malagueña partió del momento crítico que atravesaba el viejo continente para reflexionar sobre la esencia europea. Sabía que solo respondiendo a la pregunta «qué es Europa» se estaría en condiciones de atisbar las razones últimas de la ola de destrucción en su suelo. La posible resurrección de Europa pasaba por el conocimiento de su propio ser.

Zambrano denuncia la «servidumbre» del europeo a «los hechos». Se olvida de una de las capacidades que más lo enaltecieron desde Grecia: el alejamiento de la realidad para extraer y pensar. La raíz de la pérdida de capacidad de abstracción y de comprensión del presente la encuen­tra Zambrano en su excesiva confianza en el dominio de la naturaleza, sembrada por el naturalismo del siglo XIX, que contribuyó a un ensoberbecimiento del hombre fren­te al mundo; y en la plena confianza en la naturaleza humana, desatada por la fe en la razón científico-técnica, y exaltada por el liberalismo, que acentuó aún más dicha soberbia, como sintetiza Mercedes Gó­mez-Blesa, prologuista de La agonía de Eu­ropa y estudiosa de Zambrano.

De la excesiva confianza en la naturale­za y en la razón humana se pasa al terror. Escribe Zambrano: «La conciencia europea pasó sin tránsito de la ingenuidad más op­timista al terror. Terror que, después de la guerra del 14, se ha ido apoderando de todos los resortes vitales. Marea que ha llegado a inundar el alma entera de Europa, deján­dola enajenada, sin deseo alguno, incapaz de combate, en mortal quietud, como un pantano». Esa «mortal quietud» se asienta, paradójicamente, en el pasado esplendoroso europeo, como si Europa hubiese entrado en crisis por una radicalización de sus éxitos, de su «sobreabundancia».

Con palabras de Zambrano: «El pensamiento europeo se enredaba en sus propias victorias, fracasaba a causa de su riqueza y de la altura misma a que había llegado. No tuvo conciencia rigurosa de sus bienes. Rara situación que, hasta ahora, habíamos creído ciertos españoles privativa del pensamiento y de la vida española: perderse por sus dones, más que por sus defectos».

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