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Tras su celebrada tetralogía sobre la ejemplaridad, el autor prolonga sus reflexiones sobre el tema en 'Universal concreto', un nuevo libro en el que no cesa de proporcionar ideas para alertar contra la vulgaridad presente en la cultura y sobre la ansiedad que domina la sociedad contemporánea

Juan Cruz
El Periódico de España - 25 de noviembre de 2023

Nada más abrir su libro (Universal concreto, Taurus), Javier Gomá, bilbaíno nacido en 1965, filósofo, autor de una tetralogía que lo ha hecho imprescindible en la filosofía contemporánea, declara que siempre se ha visto “como hombre de una sola idea”. Sin embargo, en este volumen de letra apretada, de cerca de trescientas páginas, no cesa de proporcionar ideas para alertar contra la vulgaridad presente en la cultura (y no tan solo), sobre la ansiedad que domina la sociedad contemporánea y, por ejemplo, acerca del odio que percibe y que muchas veces nos llena a los humanos de desprecio por el ser o el pensamiento de los otros. 

Su tetralogía (Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo, Necesario pero imposible y Ejemplaridad pública) avala su pensamiento y ahonda en la influencia que ahora ejerce sobre lectores que esperan sus libros, como este mismo, para hacerse más de una idea de lo que pasa y, sobre todo, de lo que nos pasa. Hablamos en su editorial; él tiene los ojos pendientes de lo que dice, y el periodista lo mira pensar, y ese momento en que se concentra es el instante de la filosofía.  

P. Aquí dice usted que se ve como hombre de una sola idea

R. Considero que la filosofía es literatura, literatura conceptual, que se contrapone a otros géneros, como el narrativo, el dramático o el poético… Nace de la vocación, que activa la inteligencia y expresa el apetito por una sola idea, fundamentalmente, como ocurre en el enamoramiento. Como esa idea no siempre se realiza deviene en angustia. Me pasó en mi primer enamoramiento. Esa idea no se realizaba, y ese era un nudo complicado. Desde entonces quise que la idea se plasmara en libro, y tardé veinte años en lograrlo, por lo tanto fueron tiempos de mucha ansiedad, hasta que pude combinar vocación, visión y misión. La consecuencia fue este concepto de filosofía que es también literatura y que está presente desde siempre en mis libros. Enseguida supe que mi pasión era literaria, pero no sabía cómo llevar a cabo su consecuencia, así que esbocé novelas, cuentos, ensayos, hasta que rompí a escribir filosofía y de ahí vinieron sucesivamente los libros que constituyen la tetralogía. Ese conjunto era mi idea inicial, para la que me consideraba impotente o inepto o negligente en un primer momento. Ahora que han salido tantos libros que ya se han verbalizado, a mis 58 años, puedo decir que este en concreto es el libro de mi vida, escrito con la serenidad con la que ahora vivo. Mi vida es consecuencia, pues, de una adaptación, que es el presente estado de mi ánimo.

P. ¿Y no le da vértigo sentirse adaptado?

R. No, es que ya lo estoy… Se trata de sentir ahora a lo grande, no aceptar nada por debajo de lo primero que hay que desear: pensar y sentir a lo grande. Mantener un elemento que es inherente al ser humano: la insumisión a la injusticia, al mal moral, al mal físico, al mal estético, a la mala suerte, y también una cierta reconciliación con la imperfección a través del humor, del juego, de la deportividad, del arte de vivir… Para mí lo que se impone es como un cóctel de dos bebidas, por una parte la insumisión y, por otra, la reconciliación con la imperfección. Formar parte de la armonía que, con esfuerzo, llega a tener el mundo que vivimos. 

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