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Diálogo con Michel Foucault

Todo en el sistema, nada fuera del sistema, nadie contra el sistema: esta es la ley del sistema-mundo cualquiera que sea su calificación ideológica

Fernando Araya
Meer - 19 de noviembre de 2023

Paul-Michel Foucault (1926-1984) es uno de los pensadores más importantes del siglo XX. Esto lo afirmo con independencia de que coincida o no con su pensamiento (algunas diferencias se explicitan en las líneas que siguen). Sea en sus análisis sobre la «arqueología» del saber, la teoría del discurso, el poder, la sexualidad o la condición de quienes habitan en los inframundos de la desigualdad y la marginación, los contenidos de sus tesis poseen méritos suficientes como para entrar en diálogo e interactuar con las dinámicas históricas de distintas civilizaciones. No digo que las expresa o sintetiza, afirmo que dialoga con ellas, y que en ese diálogo es capaz de profundizarse y corregirse.

Inclasificable

Foucault no pretendió crear un «sistema de pensamiento» al estilo de las construcciones filosóficas que le precedieron, ni tampoco buscó inscribirse en ninguno de esos sistemas; él entendió su trabajo como una investigación en curso, pero he de decir, a modo de hipótesis, que a sus planteamientos subyace una cosmovisión muy original, pocas veces explícita pero siempre presente, que trasciende la aparente fragmentación de su narrativa y que no se la puede clasificar siguiendo los parámetros acostumbrados en la historia de la filosofía. A esto debe agregarse la agudeza analítica e ilustración histórico-enciclopédica de la que hace gala en sus textos. En las distintas fases de evolución intelectual en que se suele subdividir el pensamiento de Foucault (arqueológica 1961-1969, genealógica 1971-1976, análisis del poder, las tecnologías del yo y el sujeto, 1978 en adelante hasta su fallecimiento), él escapa a los armarios de palabras (coartadas para no pensar) habituales en las burocracias academicistas, que para sentirse seguras se esfuerzan en colgarle alguna etiqueta. Se ha dicho de este filósofo francés que es marxista, anti-marxista, neo-marxista, estructuralista, postestructuralista, liberal, neoliberal, socialista, anarquista, nihilista, tecnócrata, positivista, pero el autor de El nacimiento de la clínica, Vigilar y castigar, Las palabras y las cosas e Historia de la locura afirma, frente a estos calificativos, que ninguno es importante. Su obra no se sitúa en esas categorías clasificatorias ¿en cuál, entonces? No importa, es algo sin trascendencia, puro nominalismo. Lo que se busca es generar conocimientos y sistemas de conocimientos y de sabiduría, vengan de donde vengan. Crear y colgar etiquetas ideológicas o de otro tipo es el trabajo de los sepultureros del pensamiento, pero Foucault no es un sepulturero, él desea pensar y sentir de otra manera para de ese modo descubrir nuevos espacios del saber; «no me pregunten quién soy, ni me pidan que siga siendo el mismo…», dijo en alguna ocasión, evidenciando su enfoque contrario a los dogmas, a las escuelas culturales u otras mistificaciones del teoricismo academicista. Con Foucault ocurre lo que con algunos otros creadores: sus supuestos seguidores lo dogmatizan, no lo innovan, no lo profundizan, no lo desarrollan, no lo corrigen.

Pensar de otra manera

Cuando se estudia la historia de la acción humana es de percepción inmediata el hecho de que la persona actúa al interior de unas estructuras que ella misma crea al actuar, y que la crean, este es un fenómeno que conduce a la necesidad de dilucidar la interacción persona-estructura, individuo-colectivo, acción creadora-acción que es creada, y es en esa dilucidación donde cabe la posibilidad de generar un pensamiento nuevo, original y disruptivo respecto a los paradigmas establecidos. Analizar este tema y, si se quiere, resolver sus paradojas, es una de las ocupaciones constantes de Michel Foucault a lo largo de su vida/

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