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Vemos a diario cómo se van generando seres humanos deshumanizados, antipáticos, patéticamente vulgares y extremadamente crueles.

Lisandro Pietro Femenía
Siglo XXI - 1 de septiembre de 2023

Analicemos primeramente el vocablo, desde su etimología, para notar qué nos revela. Bien sabemos que “asombro” proviene del latín “amiratio”, entendido como admiración en cuanto que “ad” se refiere a la dirección hacia la que se dirige la “miratio”, mirada u observación. En esta acepción, se trataría de la mirada que se dirige hacia lo que causa perplejidad.

Pero como podemos notar, no es suficiente para comprender la importancia del concepto, en tanto que el prefijo “ab-a” se refiere a la acción de “sacar de”, acompañada del “sub” (lo que está debajo) de las sombras (“umbra”). Asombrarse entonces es ser capaces de dirigir la mirada hacia aquello que subyace en la oscuridad mediante la exposición de alguna cualidad que se ignoraba o pasaba desapercibida.

Bien sabemos que en filosofía el asombro ocupa un lugar central, puesto que se trata de una actitud fundamental que habilita la reflexión y la búsqueda de la verdad mediante el conocimiento racional. Conjuntamente con la etimología previamente descrita, en filosofía se suele asociar al asombro con metáforas de un despertar de nuestra conciencia, para intentar comprender el mundo que nos rodea y nuestra existencia.

En el caso de Platón, específicamente en su diálogo “Teeteto” consideró al “thaumazein” (asombrase, admirarse, maravillarse)  como puntapié inicial del filosofar: cuando nos asombramos ante el mundo y sus fenómenos, comenzamos a cuestionar y a buscar explicaciones. Visto así, el asombro es representado como el deseo de conocer y comprender más allá de las apariencias sensibles y superficiales.

Por su parte, Aristóteles iba a sostener algo similar, pero haciendo énfasis puntualmente en el aspecto que propicia el asombro: la incomprensión propia que se da cuando no entendemos lo que estamos observando. En su Metafísica, primer libro, capítulo 2 nos indicó que el asombro es un estado previo al filosofar, en tanto que surge a partir de la percepción de algún objeto o evento digno de ser cuestionado. Como podemos apreciar, el rol que ocupa la percepción en el proceso de reflexión es fundamental: la “perceptio” no se limita al acto de observar algo en concreto de manera sensible, sino que implica también el enfoque que nos permite capturar algo a través de una mirada direccionada por la intriga propia del pensamiento.

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